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Foto del escritorDaniel Ferreres

La "nueva narrativa" del clima



Hay que contarlo de otra manera. Empezando por el nombre que le habíamos puesto al problema. Cada vez se habla menos de "cambio climático" y más de "crisis climática" o de "emergencia climática". Porque no se trata de una amenaza lejana y abstracta, sino de algo que está ocurriendo ya y que tenemos a la vuelta de la esquina. Algo que reclama su espacio en los medios, tras el "apagón" de la pandemia, y que empieza a ser cada vez más visible en las librerías...

Emergencia climática (ed. Libros de Vanguardia) da título al libro con el que Antonio Cerrillo marca el camino a esta "nueva narrativa". Con treinta años de información ambiental en sus alforjas, Cerrillo admite que ha llegado el momento de un cambio de relato a la hora de contar a los ciudadanos lo que está pasando.

"En La Vanguardia decidimos seguir el camino trazado por The Guardian y optar por llamarlo "crisis" o "emergencia" climática, que fue como al final decidí titular el libro", recuerda. "Los periodistas tenemos el deber de informar, valorar, concienciar y de cuando en cuando alertar a la ciudadanía... La alarma, en este caso, la están lanzando los científicos. Y aunque no podemos caer en la terminología apocalíptica, tampoco poner un silenciador o un bozal a lo que ellos dicen".

La segunda misión como informadores, advierte Cerrillo, es"acercar" el problema a la gente. Su libro es precisamente un singular "recorrido por los escenarios del calentamiento en España": del deshielo de los glaciares en los Pirineos a los incendios en Galicia, pasando por el aumento del nivel del mar en el delta del Ebro, los ríos cada vez más secos o los golpes de calor en la ciudades.

La última parte de Emergencia climática está dedicada a las "soluciones", y por ahí aventura su autor que irá el camino en el 2021, que puede ser el año decisivo de la acción climática: "Ya hemos contado el problema, ahora nos toca explicar ejemplos de esa transformación tan enorme que nos toca hacer si queremos llegar una reducción de las emisiones del 100% en términos de balance neto a mediados siglo. En el libro cuento la historia de El Hierro, como laboratorio de energías renovables, o las iniciativas como Som Energia o Viure de lAire del Cel, ejemplos de participación activa de los ciudadanos en la transición energética".

"Nos toca reconvertir los procesos industriales, rediseñar nuestras ciudades, dar un impulso definitivo a la energía solar o buscar alternativas de transporte que nos permitian reducir las emisiones", advierte el divulgador ambiental José Luis Gallego, autor de Un país a 50 grados (Ed Libros). Columnista de eldiario.es y La Vanguardia, conocido por su documentales televisivos (Naturalmente) y por sus intervenciones radiofónicas con Julia Otero, José Luis Gallego se plantea el escenario probable al que le tocará vivir en las próximas décadas a nuestra generación.

"Cada año marca un récord de temperaturas, este verano un termómetro urbano llegó a marcar los 48 grados en Córdoba", recuerda. La máxima registrada oficialmente en nuestro país sigue siendo la de Montoro, con 47,3 grados en el 2017, pero el termómetro terrestre se ha disparado ya por encima de los 50 grados en países como Pakistán, Israel, Arabia Saudí, Kuwait o Qatar, por no hablar los 54,4 grados alcanzados este verano en el Valle de la Muerte de California.

"La reacción más común al título del libro es de desconfianza", reconoce Gallego. "Muchos se lo han tomado como un ejemplo del alarmismo y el catastrofismo del que se nos acusa. Pero luego inician su lectura, comprueban que solo expongo datos e informes, y les entran los típicos escalofríos del ecoescéptico ante la certeza".

La pandemia ha obligado también a un giro a la información ambiental, y ya se habla tanto de un "planeta saludable" como de un "planeta sostenible". José Luis Gallego es de los que piensan que lo ocurrido este año es "un aviso duro y trágico" de la naturaleza de todo a lo nos exponemos si seguimos agrediéndola... "Y es innegable que se producido una aumento de la sensibilización social respecto a nuestra vulnerabilidad. Parece que por fin aflora esa necesaria conciencia crítica de especie que debe resituarnos en el planeta para seguir habitándolo".

El coronavirus y los confinamientos han provocado por un lado conciencia, pero por otro han dado un nuevo empuje al plástico, a la cultura del "usar y tirar" y al abuso de la "compras online" frente al comercio local. Irene Baños, autora de Ecoansias (Ariel), reconoce que la preocupación ambiental ha podido quedar temporalmente de lado en el 2020, aunque estamos también "ante una oportunidad para ser más conscientes de la importancia de cuidar la naturaleza y empezar a rectificar el modo en que hacemos las cosas".

Irene Baños ha trabajado para el sevicio de radiodifusión internacional Deutsche Welle y ha podido constatar cómo en Alemania "la conciencia ambiental ciudadana viaja a años luz por delante de la de España". Su libro es sin embargo un recorrido muy cercano de su propia experiencia, empezando por esos síntomas de "ecoansiedad" que empezó a notar desde niña y que son tan comunes en la gente de joven que se asoma al futuro con relativa angustia por lo que pueda pasar.

"Lo peor es la falta de acción política y observar cómo se siguen superando récords de temperaturas y de emisiones sin que se haga los suficiente para frenar esa tendencia", advierte. "Que la familia no comparta tu misma preocupación o que no te apoyen a la hora de cambiar de dieta, de ir e bici o de no querer participar en los regalos de Navidad también causa frustración. Pero al final las generaciones jóvenes siempre se han tenido que enfrentar las mayores y romper algunas normas, esa es parte del reto".

"Una de las recetas para superar la ecosansiedad y dar el salto a la acción es compartir los miedos y las dudas e inspirarnos mutuamente", concluye Irene Baños, que cede el testigo a otro libro imprescindible de la "nueva narrativa" del clima: Y ahora yo qué hago (Capitan Swing), del doctor en Biodiversidad y divulgador ambiental Adreu Escrivá.

Su libro indaga pecisamente en esa "línea fina" entre la acción individual y colectiva, con un lenguaje incisivo, ameno y muy directo, nada que ver con los manuales plomizos de lo que hasta ahora llamábamos cambio climático. Y ahora yo qué hago es una invitación a salir de "nuestra parcelita" y plantarle cara a un problema que a veces nos supera, buscando puntos de encuentro con otros y cuestionando en todo caso "cómo está organizado todo esto".

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