Entre las calles Sol y Enladrillada, en pleno barrio de San Julián, hay un incomparable oasis urbano que nos remonta a tiempos precolombinos. El Huerto del Rey Moro es uno de esos milagros que sólo se entienden por la acción incomparable de la naturaleza y por el activismo tenaz de un puñado de vecinos, agrupados en torno a la asociación La Noria, que hace diez años ocuparon este solar de casi 5.000 metros cuadrados en el corazón encalado de Sevilla.
"En este espacio único hay una memoria latente que ha vuelto aflorar con el tiempo", nos advierte Luciano Furcas, el sabio permacultor urbano venido de Italia que ha creado escuela por toda nuestra geografía. "Los moros siempre tuvieron una relación muy especial con el agua, y aquí hay acequias, aljibes, albercas, pozos y norias que nos remiten a su pasado hortícola".
El huerto debe su nombre a la Casa del Rey Moro, una construcción gótico-mudéjar de finales del siglo XV que está considerada como la casa doméstica más antigua de la ciudad después del Alcázar. La Junta de Andalucía protegió la casa como bien de interés cultural, pero sobre el huerto pesaba (y sigue pesando) el fantasma de la urbanización que no cesa.
"La ciudad se ha mercantilizado de una manera tremenda en el último siglo", advierte Luciano Furcas. "Éste es de alguna manera un espacio donde los ciudadanos reclamamos nuestra soberanía. Aquí hemos recuperado también el vínculo que existía con la tierra en tiempos de los árabes, cuando el tiempo se detenía tres veces al día, en sintonía con los ritmos naturales: al amanecer, con el sol en lo más alto y ya de atardecida".
Abrir la cancela del Huerto del Rey Moro es definitivamente entrar en otro tiempo, con un pie en el pasado remoto y el otro en el futuro inminente. Este hermoso huerto, que fue un solar abandonado, es ahora un palpitante "puzzle de acciones", con la naturaleza como testigo y cómplice.
Aunque a veces nos cueste verlo, nuestras ciudades se están reverdenciendo desde muy dentro. Lo que está pasando en Sevilla (desde los huertos del Alamillo al mercado ecológico de la Alameda) es el emblema de esa "revolución de la lechuga" que está transformando nuestra relación con la tierra, incluso en el duro asfalto.
Nuestra charla con Luciano Furcas arrancó precisamente en el mercado ecológico de la Alameda y a lomos de la bicicleta, arropado por nuestro común amigo Marcos Rivero, de la Red de Decrecimiento de Sevilla. A orillas del Guadalquivir se celebró por cierto el último encuentro de las redes e iniciativas decrecentistas y "transicioneras", con un amplio espacio reservado a la soberanía alimentaria y a la permacultura urbana.
Luciano lleva más de tres décadas predicando con el ejemplo, desde la legendaria Galería de Arte Elemental de Tarifa al vergel en al azotea de la calle Pajaritos, pasando por los talleres del colegio Huerta de Santa Marina. En Sevilla, y en el Huerto del Rey Moro, ha encontrado finalmente el permacultor urbano "ese espacio sostenible en el que la naturaleza cuida de sí misma y los humanos nos limitamos a escuchar su llamaday a seguir sus consejos".
A la entrada el huerto, nos da la bienvenida el horno de pan, donde los niños aprenden los secretos de la levadura madre. En la zona de ocio y esparcimiento se celebran acalorados debates, comidas populares y fiestas de cumpleaños, más el cine de verano y las tertulias interminables bajo la fornda de las moreras y las acacias, sin olvidarnos de la memorable higuera...
"Creemos que la higuera debe llevar aquí mas de quinientos años, y ella es de alguna manera la que diseña el espacio y sirve incluso de cimentación con sus potentes raíces para las casas que rodean el huerto", asegura Luciano. "Hemos querido venerar este espacio sombreado y enseñarles a los niños el valor de los alcorques, que son como el pie del árbol".
La serpiente gigante y protectora, construida con neumáticos, piedras, paja, palos de bambú y materiales de desecho, hace las delicias de los más pequeños y marca el camino hacia la veintena larga de huertos, con el naranja chillón de las capuchinas moteando por doquier el paisaje verde...
"Las capuchinas son las plantas ciudadoras. Es buena compañera de las tomateras, de los pepinos y de las lechugas. Sirve también para repeler al pulgón y tiene propiedades antibióticas y balsámicas... En los cinco bancales
comunales procuramos ir más allá de lo que se encuentra en el mercado, y cultivamos coles, borrajas, hinojos, y plantas medicinales silvestres".
Luciano Furcas viene prácticamente todos los días al Huerto del Rey Moro, "a ver lo que hay y lo que hace falta". Con la más provebial de las herramientas (la percepción), el permacultor urbano vela por los huertos comunales y siempre está mano para un sabio consejo...
"La naturaleza habla por sí sola y nuestra función consiste casi siempre en esperar a que las cosas se revelen.Tenemos que aprender también a activar la paciencia, que es la ciencia pendiente. Los mecanismos naturales tienen su propia dinámica; no necesitan siquiera de nuestro empuje".
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